sábado, 24 de enero de 2009

No Más Ventanas Rotas ...

¿Han oído hablar alguna vez de la teoría de las ventanas rotas? Es una teoría sobre el contagio de las conductas inmorales o incívicas. Tiene su origen en un experimento de psicología social que llevó a cabo Philip Zimbardo, profesor de psicología de la Universidad de Stanford, en 1969.

Dejó dos automóviles abandonados en la calle, dos automóviles idénticos, la misma marca, modelo y hasta color. Uno lo dejó en el Bronx, por entonces una zona pobre y conflictiva de Nueva York y el otro en Palo Alto, una zona rica y tranquila de California. Dos automóviles idénticos abandonados, dos barrios con poblaciones muy diferentes y un equipo de especialistas en psicología social estudiando las conductas de la gente en cada sitio, su objetivo era ver qué ocurría.

Resultó que el automóvil abandonado en el Bronx comenzó a ser vandalizado: a los 10 minutos empezaron a robar sus componentes, en pocas horas perdió las llantas, el motor, los espejos, el radio, etc. Todo lo aprovechable se lo llevaron, a los tres días no quedaba nada de valor; luego empezaron a destrozarlo.

En cambio, el automóvil abandonado en Palo Alto se mantuvo intacto e impecable durante una semana. Entonces, Zimbardo dio un paso más, y rompió una de las ventanas del automóvil y dañó algunas partes de la carrocería con un martillo. Debió de ser la señal que los honrados ciudadanos del barrio rico esperaban, porque el resultado fue que se desató el mismo proceso que en el Bronx, y el robo, la violencia y el vandalismo en pocas horas redujeron el vehículo al mismo estado que el del barrio pobre.

Este experimento es el que dio lugar a la teoría de las ventanas rotas, elaborada por James Wilson y George Kelling y consignada en el libro Arreglando Ventanas Rotas: Restaurando el Orden y Reduciendo el Crimen en Nuestras Comunidades
escrito por George Kelling y Catherine Coles: si en un edificio aparece una ventana rota, y no se arregla pronto, inmediatamente el resto de ventanas acaban siendo destrozadas por los vándalos. ¿Por qué un vidrio roto, en un vecindario supuestamente seguro, es capaz de disparar todo un proceso delictivo? Porque es divertido romper cristales, desde luego. Pero, sobre todo, porque la ventana rota envía un mensaje: transmite una idea de deterioro, de desinterés, de despreocupación que va rompiendo códigos de convivencia, como de ausencia de ley, de normas, de reglas, como que vale todo. Cada nuevo ataque que sufre un automóvil, un edificio o un integrante de una comunidad, reafirma y multiplica esa idea, hasta que la escalada de actos cada vez peores se vuelve incontenible, desembocando en una violencia irracional.

Es común atribuir a la pobreza las causas del delito. Atribución en la que coinciden las posiciones ideológicas más conservadoras, (de derecha y de izquierda). Pero la teoría de las ventanas rotas deja un mensaje claro: no se trata de pobreza, evidentemente es algo que tiene que ver con la psicología humana y con las relaciones sociales: una vez que se empiezan a desobedecer las normas que mantienen el orden en una comunidad, tanto el orden como la comunidad empiezan a deteriorarse, a menudo a una velocidad sorprendente. Las conductas incivilizadas se contagian.

Y las personas civilizadas se retraen. Wilson y Kelling lo explicaban así: "Muchos ciudadanos pensarán que el crimen, sobre todo el crimen violento, se multiplica, y consiguientemente modificarán su conducta. Usarán las calles con menos frecuencia y, cuando lo hagan, se mantendrán alejados de los otros, moviéndose rápidamente, sin mirarles ni hablarles. No querrán implicarse con ellos. Para algunos, esa atomización creciente no será relevante, pero lo será para otros, que obtienen satisfacciones de esa relación con los demás. Para ellos, el barrio dejará de existir, excepto en lo que se refiere a algunos amigos fiables con los que estarán dispuestos a reunirse".

Y esto vale no sólo para el orden público, sino para otras muchas facetas de la vida social. Si en una empresa se descuidan algunas normas éticas, el ambiente se deteriora. Si se falsea la contabilidad para pagar menos impuestos, mentir a los empleados es más fácil -y también a los directivos, y a los propietarios-. Si lo que cuenta es la rentabilidad a corto plazo, se descuidan las normas de seguridad e higiene en el trabajo y las de seguridad del producto o del servicio, se trata a las personas con menos respeto, el cliente es cada vez más un objeto y no una persona cuyas necesidades hay que satisfacer...

Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' (estacionarse en lugar prohibido, exceder el límite de velocidad o pasarse una luz roja) y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves. Si los parques y otros espacios públicos deteriorados son progresivamente abandonados por la mayoría de la gente (que deja de salir de sus casas por temor a las pandillas), esos mismos espacios abandonados por la gente son progresivamente ocupados por los delincuentes.

La teoría de las ventanas rotas fue aplicada por primera vez a mediados de la década de los 80 en el metro de Nueva York, el cual se había convertido en el punto más peligroso de la ciudad: los usuarios, cansados de sufrir asaltos violentos, intimidaciones, robos, de viajar en vagones deteriorados, cubiertos de grafitti, y lentos ... empezaron a abandonarlo y conforme lo hacían, aumentaba el deterioro e inseguridad de las instalaciones. Se comenzó por combatir las pequeñas faltas: graffitis deteriorando el lugar, suciedad de las estaciones, ebriedad entre el público, evasiones del pago del pasaje, desmanes al interior de las instalaciones, pequeños robos y desórdenes.

Los resultados fueron evidentes: comenzando por lo pequeño, se logró hacer del metro un lugar seguro. Había una razón para ésto: si se comete una falta, por pequeña que sea, y se deja sin perseguir, siempre habrá imitadores. Si alguien aborda un transporte o ingresa a un espectáculo sin pagar, las personas que observan que se sale con la suya se preguntarán "¿Y por qué yo no?". Así de poderoso es el motor de la imitación alentada por la impunidad.

Las críticas no se hicieron esperar por parte de aquellos que esperaban soluciones más radicales y aparatosas para crímenes mayores. la respuesta de las autoridades fué que la única forma de acabar con la inseguridad era que la ciudadanía evitara, condenara y denunciara los pequeños delitos.

Posteriormente, en 1994, Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York, basado en la teoría de las ventanas rotas y en la experiencia del metro, ordenó una política de 'tolerancia cero'. La estrategia consistía en crear comunidades limpias y ordenadas, no permitiendo transgresiones a la ley y a las normas de convivencia urbana: se combatió la suciedad en calles y paredes., se atacaron faltas como orinar o arrojar basuras en la vía pública, con todo el peso de la ley. Así, con la persecución de las infracciones menores que a su vez, permitían atacar de raíz los delitos mayores; el resultado práctico: comunidades más limpias y más cuidadas que no estimulaban ni permitían hechos delictivos.

El éxito de la Tolerancia Cero y de la aplicación de las enseñanzas de la Teoría de las Ventanas Rotas rompió con muchos prejuicios que existían en la concepción del delito como algo debido a defectos genéticos, a la mala educación, a la falta de oportunidades y otras hipótesis más o menos bien fundamentadas. Demostró que el delincuente no es una especie de autómata, incapaz de dejar de cometer delitos, sino que es un individuo sumamente sensible a los cambios ambientales de su entorno inmediato. Por lo tanto, la mejoría en ese entorno es una mejor estrategia, a través de no tolerar las faltas menores, que perseguir los delitos mayores.

Los resultados de tales políticas, resumidas en participación general, debería darnos, algo para pensar y hacer, sin pensar sólo en que esas labores son deber de nuestras autoridades y gobernantes; porque la mayoría son dogmáticos y actúan en función de agendas previamente acordadas, intereses económicos, políticos, de imagen y grupo. Debemos hacerlo con el convencimiento legítimo que es una de las mejores alternativas para combatir el crimen que daña y acaba con nuestras comunidades.

La solución corresponde a los ciudadanos mismos, sin seguir contribuyendo al deterioro del automóvil, el edificio o la calle y contribuyendo a mantener la ciudad limpia. Y recuperando las conductas cívicas y morales en la familia, en la empresa, en el club deportivo, en la ciudad, en los medios de comunicación, etcétera.

El filósofo Kant dio hace muchos años una regla muy útil: "actúa siempre de modo que tu conducta pueda ser considerada una regla universal". ¿Nos gustaría que todos destrozáramos los automóviles, dañáramos murales y monumentos y ensuciáramos calles y paredes, mintiéramos, robáramos y nos defraudáramos unos a otros? ¿No? Entonces esas conductas no deben ser llevadas a cabo, aunque sean muy agradables -ya hemos dicho que romper cristales es un placer, aunque algo salvaje- y muy beneficiosas para uno mismo.

Entre otras razones porque adoptar esas conductas nos empeora a nosotros mismos como personas, como ya dijo otro filósofo, Aristóteles, hace aún más años.: "Si no quieres ser mentiroso, no digas la primera mentira, porque... la próxima vez será más fácil".

Lo que tratamos de hacer, es contribuir a crear comunidades limpias, ordenadas, respetuosas de la ley y de los códigos básicos de la convivencia social humana (Justicia, Respeto, Solidaridad, Responsabilidad, Verdad y Honestidad y Sentido Común).

3 comentarios:

  1. Soy Profesor de Filosofía de la UIS y creo ver los pensamientos y redacción de un ex-alumno, en fin, si no es asi igual el blog va muy bien Felicitaciones. Conocía esta teoría, quiero saber mas del grupo, supongo que tendré que escribir al correo fuerzavitalista@gmail.com.

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  2. Estuve en un simposio sobre el observatorio en la campaña de Mocus y lo que tuvieron que trabajar para que la ciudad de Bogotá saliera del hueco en el que había caído, resumiendo,un punto muy importante en esta campaña fue la cultura ciudadana (LA DIFERENCIA DE QUE EN EL PODER ESTE UN ACADEMICO). Parecía imposible cambiar la mentalidad de la gente pero se pudo hacer, al menos un poco.

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  3. Nos halaga mucho que un profesor de Filosofía de una universidad pública como la UIS, gente que ejerce su derecho y deber a quejarse, nos felicite y participe (de momento como visitante y comentarista Anónimo). Esperamos que tanto para usted como para nuestros demás visitantes, colaboradores y miembros, la información y los pensamientos aquí expuestos sirvan para lograr los objetivos que nos hemos planteado para nuestro bien como personas, como comunidades y como nación. Con gusto recibiremos sugerencias o escritos a fuerzavitalista@gmail.com y continuamos atentos a sus opiniones y sus participaciones.

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